viernes, 7 de mayo de 2010
Y siguen apareciendo más historias de botellas viajeras
Esta semana leíamos en La Voz de Galicia la noticia de otra botella viajera con mensaje en su interior. La carta llegó en una botella de cristal y fue a parar a manos de Ángeles Pazos, una mujer que acostumbra a pasear con su perro por la playa de San Pedro de Muro en Porto do Son (Ribeira - A Coruña). Junto a su marido, en casa, intentaron descifrar el contenido del mensaje. Al introducir algunas palabras en Internet descubrieron que estaba escrita en flamenco. No está firmada ni datada, aunque en ella aparece una dirección: el número 44 de Klokke Roeslandstraat, en Roeselare, a 30 kilómetros del mar del Norte y cerca de Brujas. Ángeles Pazos pensó que se trataba de una carta de amor, aunque no pudo traducirla en su totalidad debido a que está escrita a mano y es difícil descifrar todas las letras. Lo que sí logró fue localizar el domicilio gracias a Google Earth.
Pero la noticia que se dio a conocer ayer en este periódico traspasó fronteras y ha despertado el interés no solo en el entorno de Porto do Son, sino también en el país de la capital europea. Desde los diarios belgas Sud Presse y Het Laatste Nieuws se interesaron por este original hallazgo y realizaron una parte importante del trabajo de investigación por esta ribeirense, traduciendo la carta y desplazándose hasta Roeselare para localizar al remitente.
Según lo que han podido traducir de la epístola, ha sido escrita por un hombre y se trata de un mensaje para su hijo o hija, cargado de tristeza, como una despedida o como si estuviera muerto o desaparecido. La carta comienza con un «Mi pequeño tesoro» y en ella evoca el amor que siente por el pequeño y también por su mujer. Dice que, aunque ya no está aquí, lo puede ver cuando cierra los ojos, que mira el océano frente a él y el cielo de color rojo y piensa en el niño. En cuanto a la dirección, el periodista belga Pierre Nizet explicó que la vivienda está abandonada desde hace varios años. Según cuentan los vecinos del lugar, hace más de veinte años vivió en esa casa un tal Pierre Vandommele, junto a su mujer. Han intentado localizarlo en otra localidad, pero solo hay dos personas en toda Bélgica que respondan a esos datos, y no es ninguna de ellas.
Nadie sabe si el autor de esta carta ha cambiado de país o si ha fallecido. Pero su historia ya ha salido del anonimato. La curiosidad se ha apoderado de Ángeles Pazos, que está deseosa de conocer más datos sobre este misterioso mensaje. También ha generado expectación en los medios belgas. Nizet recuerda en su artículo que la semana pasada una mujer inglesa encontró otro mensaje en la playa que había escrito un adolescente belga hace 33 años. «Parece que a los belgas nos gusta tirar botellas al mar», dice.
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